Las modas del patio de colegio

Recuerdo la hora del patio como un lugar para relajarse, para soltar las tensiones de las clases, para reir, saltar y disfrutar con los amigos. Ese momento en el que sonaba la sirena y todos nos levantábamos de golpe, tirando las sillas, mochilas y mesas esperando las órdenes de la profesora para salir disparados, con nuestros bocatas envueltos con papel de aluminio, no se olvidan facilmente.

Lo más gracioso era ver, dependiendo del año, las modas que se regían en esos 30 minutos de alegría.

Las canicas

Bolitas de cristal de todos los colores, que nos volvían locos en esas ‘carreras’ por los circuitos más currados que se pueden hacer en la arena. Rezando por que al día siguiente pudieramos reutilizarlo en lugar de empezar uno nuevo de cero.

Esas canicas grandes o ‘bolones’ como los llamábamos, no estaban permitidas en las carreras (por lo menos en mi zona), pero eran las mejores en otras variantes del juego.

Siempre recordaré ‘mi preferida’, que nunca de los jamases llegué a utilizar. ¡Estaría bueno!.

Los Tazos

Había de todo tipo y cuando se pusieron de moda no había nadie en el colegio que no los tuviera, desde los de 4 años hasta los de 14, eso era increible.

Los había de mil temas, de los looneys, de Pokemon (los mas exitosos), los ‘falsos’ que venían en otras patatas más falsas aún y estaban hechos de cartón malo, los de Dragon Ball, los de Disney…

Siempre apostabas los que mas desgastados estaban, que no había Dios que asegurara que en realidad eso era un tazo, pero que siempre estabas encantado de ganar. Y luego estaban los voladores, con una ranurita donde apoyabas otro y salía disparado. Por mi colegio corrío el rumor de que un niño lanzó uno a tal velocidad que le cortó la cabeza a un pájaro… a mi me impresionó y solo lo tiraba en lugares cerrados… mi madre todavía echa de menos dos jarrones que estaban en lo alto de una estantería…

Tazo volador asesino

Los Tamagotchis

Nos empezábamos a modernizar y apadrinamos esta especie de huevo mecánico con un bicho dentro que solo comía y dormía. Valían 5000 ptas si no recuerdo mal, yo tenía uno blanco y lo quería demasiado.

Al menos los diseñadores habían tenido la psicología necesaria para expresar la muerte del bicho. Aún recuerdo cuando se me olvidó darle de comer un fin de semana entero por estar en el pueblo y al encenderlo salió mi bichejo yéndose en una nave espacial a su planeta. Me sentó mal, joder, llevaba meses cuidándolo y por dos días que se me olvida se va con los demás bichejos…

Continuará…